Amaranta
Hija de José Arcadio Buendía y Úrsula. Cuando es
pequeña se la dejan encargada junto a Arcadio a
Visitación, llegando a hablar lengua guajira. En la adolescencia se enamora
como Rebeca de Pietro Crespi y cuando se entera
de que ella se va a casar con él dice que la única forma será pasando sobre su
cadáver. Úrsula se la lleva un tiempo a otro lugar para tranquilizar el
conflicto mientras la pareja se conoce. Trata de arruinar una vez el vestido de
boda quitándole la naftalina pero Rebeca se da cuenta a tiempo de que el
vestido está carcomido y le hacen otro. Piensa en interrumpir boda de Rebeca así
sea matándola, y pide a Dios que pase algo extraordinario para no tener que
envenenarla. Cuando Remedios muere, Amaranta se
siente culpable.
Amaranta
se hace cargo de Aureliano José como un hijo que
iba a compartir su soledad. Despues de que Rebeca se casa con José Arcadio, Pietro Crespi sigue yendo a casa y empieza a intimar
con Amaranta, pero finalmente, cuando le dice que se casen, le rechaza y le
dice que si la quiere no vuelva nunca más a casa. Cuando Pietro se suicida,
Úrsula la abandona incluso cuando una vez mete la mano al fuego como una cura
para el remordimiento. Con yemas de huevo empieza a curar su mano e inclusive
las cicatrices del corazón.
Cuando
traen presos al Coronel y a Gerineldo, ella visita a este y él le dice que
cuando salga se casarán (muchos años antes en la juventud él ya había confesado
su amor pero ella estaba atraída por Pietro). En su regreso, el coronel lo deja
como jefe civil y militar de Macondo. Amaranta lo espera en los almuerzos y
finalmente cuando le pide matrimonio ella lo rechaza. Al tiempo empieza a
gustarse con Aureliano José, pero una vez que Úrsula casi los ve besándose sin
sospechas en el granero decide acabar con todo. Cuando la guerra va mal, el
coronel Aureliano Buendía va a escondida a Macondo y se lleva a Gerineldo y a
Aureliano José. Este regresa, por la
época en que Aureliano segundo y José Arcadio segundo van a la escuela, con la
determinación de casarse con Amaranta, siendo rechazado también. Ella no sabe
por qué pensó de nuevo en Gerineldo y en cómo lo rechazó incluso deseándolo
como hombre de dormitorio. Al volver Gerinedo vuelve a hablar con Amaranta pero
ella sigue rechazándolo, sin herirlo, pues no podida vivir sin él aunque no le
quería. Viendo a Remedios, la bella, la niña que
había criado ya como adolecente, le recuerda a Rebeca y revive su antiguo
rencor, por lo cual la destierra del costurero para no desear a Dios que muera.
Una tarde decide encerrarse a llorar su soledad y le dice a Gerineldo que no
vuelvan a versen más, que ya están muy viejos para ello.
En
el tiempo en que llegan los 17 Aurelianos, ella
los lleva a misa antes de irse y la cruz de ceniza se les queda para siempre a
estos. Cuando Aureliano Triste encuentra a
Rebeca solitaria y vieja en su casa, la única que supo siempre de esto fue
Amaranta, pues absolutamente siempre pensaba en ella. Le contaba incidentes a
Remedios, la bella, cuando pasaban por la casa, para que ella criara el mismo
rencor por Rebeca.
Cuando
Úrsula queda ciega, Amaranta, en la dureza del corazón, se le descubre como la
más tierna mujer, cuyas acciones eran una lucha a muerte entre el amor sin
medidas y una cobardía invencible, triunfando finalmente el miedo irracional
que tuvo siempre en su propio y atormentado corazón. Por la época en que José Arcadio se va y Meme empieza ir al colegio, ella empieza a tejer su mortaja, pues una vez se le
aparece la muerte personificada en una mujer vestida de azul. Desde que lloró
al rechazar Gerineldo no se le volvió a ver llorar. Al que más quiso fue al
Coronel Aureliano Buendía, e hizo los preparativos de su cuerpo cuando murió.
Llegó a la vejez con todas sus nostalgias vivas. A veces le dolía haber dejado
ese reguero de miserias. Así como el Coronel pensaba en la guerra, ella pensaba
en Rebeca pero no pudo esterilizar nunca los recuerdos. Pedía a Dios que se
llevara primero a Rebeca, pues iba a hacer del cadáver algo bello, con la
mortaja y una peluca con los cabellos de los santos, hasta que la muerte la
visita. Tejiendo, se dio cuenta que no había forma de extender aquel trabajo
más allá de la muerte de Rebeca, pero la concentración le proporciono calma y
entendió el circulo de los peces de oro de Aureliano Buendía cuando los armaba
y los volvía a derretir; le dolió no tener antes aquella revelación para evocar
tranquilamente el olor de Pietro y salvar de aquel lugar a Rebeca. Vio en Meme una adolescencia repetida, que debió ser la suya,
pero que igual ya estaba viciada por el rencor. Cuando ya no había nada que
hacer apresura la mortaja. Da la última punzada un 5 de febrero. Muere al
atardecer enviando cartas llevados por gente del pueblo a los muertos para
remediar la vida de mezquindad con un último favor mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario