José Arcadio
Hijo
de Fernanda del Carpio y Aureliano Segundo. En su décima navidad llega un cajón del abuelo
(Fernando) y lo abren sin saber que allí está su cadáver. Úrsula se hace cargo
de él porque quiere que tenga una formación papal. Cuando Úrsula está haciendo
su baúl para enviarlo a Roma, de tanto pensar en el tiempo siente algo en el
corazón. Por esos días viaja y al único que no le agrada la idea de tener un
papa en casa es a Aureliano Buendía. Ursula
siempre le echaba fragancia de agua florida. Mantiene desde la lejanía
comunicación por medio de cartas con Fernanda, contándole lo bien que le va por
allá.
Vuelve
después de los años cuando solo está en casa Aureliano
y Fernanda, muerta. Aureliano le abre y reconoce
que viene de muy lejos por su vestimenta. Cuando camina deja a su paso olor un
olor a agua florida que Úrsula le echaba. Arregló el cuarto de Meme, quemó
todos los santos y arregló el baño. Cambio su vestimenta por pantalones como
los que usaba Pietro. Comía fuera de
casa siempre, y se la pasaba pensando en Amaranta; ella y la mirada espantosa
de los santos eran sus únicos recuerdos de allí. Al contrario de Aureliano José que trató de sofocar el recuerdo de
Amaranta en la guerra, él lo mantenía vivo en concupiscencia. El intercambio de
cartas con su madre era fantasías, pues él abandonó el seminario apenas llegó a
Roma. Alimentó la leyenda de teología y derecho para no perder la supuesta
herencia de Fernanda que lo iba a rescatar de la miseria en la que vivía con
otros dos compañeros. Cuando leyó la última carta de su madre sintió un presentimiento
de muerte y viajo en una bodega con inmigrantes. Apenas entró a la casa supo
que estaba en una trampa de la que no saldría pues la carta última de su madre
no era un testamento sino una lista de todos sus infortunios.
En
la infancia, para no perderlo, Úrsula le asignó un rincón donde los muertos no
molestaban y le decía que si hacía algo malo los santos se lo dirían. Su
infancia se redujo a ese rincón, siempre con miedo. Era una tortura inútil
porque para la época ya le tenía terror a todo. Despertaba de sus pesadillas en
las caricias de Amaranta. Después de un año vende candelabros, invita a niños del
pueblo a jugar en la casa como saltar cuerda y le da lecciones de modales.
Molestan a Aureliano en cuarto hasta que un día van
a destruir los pergaminos y algo los mantiene en el aire elevados hasta que él
regresa. Cuatro niños le afeitaban, le bañaban y le cortaban las uñas. Uno de
ellos, rubio, dormía a veces con él en la cama. Una noche ven en el cuarto de
Úrsula un resplandor y encuentran el oro que siempre estuvo escondido. No
regresa a Roma sino que hace de la casa un paraíso decadente. Cambia las cortinas,
enchapa el baño, compra frutas y mantiene muchos vinos. Una vez llena la “tina”
de champagne y todos nadan mientras él flota pensando en Amaranta. Todos ellos se
secan con las cortinas y él, al encontrarlos todos desnudos durmiendo, siente
su decadencia y los expulsa a punta de correazos. Una vez envía a Aureliano por
unos polvos para la asfixia y desde ahí rompe la promesa a la madre de mantenerlo
encerrado. José Arcadio se sorprende de que Aureliano sepa
inglés y de Roma. Él le dice que “Todo se sabe”; no hablan nada pero aquel
acercamiento permite sobrellevar mejor sus soledades que a la vez los separan.
Se sorprende de que Aureliano ríe, y hasta es capaz de sentirse mal por la miseria
del cuarto de Melquiades. Este empieza a leer en el corredor y a recibir cartas
de Amaranta Úrsula. José Arcadio estaba
esperando una noticia de un trasatlántico que iba a salir para Nápoles para
irse y dejarle un negocio a Aureliano. Una mañana mientras flotaba, los cuatro
chicos entran por las tejas y lo ahogan. Se llevan el oro que solo ellos sabían
dónde estaba escondido. Aureliano lo extraña al no verlo en la cocina y lo
busca hasta que lo encuentra muerto. Solo allí se dio cuenta de que estaba
empezando a quererlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario