José Arcadio
Segundo
Hijo
de Sofía de la Piedad y Arcadio, gemelo de Aureliano Segundo. En la escuela cambia con su gemelo
de ropa y en aquel juego después ya no se sabe quién es quién. Físicamente se
vuelve óseo como el coronel mientras que su hermano se vuelve monumental como
el abuelo.
Le
pide a Gerineldo que lo lleve a ver un fusilamiento y cuando lo llevan ve al
muerto como sonriendo y vivo, así deja de asistir no por la muerte sino por
aquella costumbre de enterrar vivos a los muertos. Empieza a cuidar peleas de
gallos y a trabajar en la iglesia. Dice por esto que le parece haber salido
conservador. Petronio, un sacristán enfermo, lo lleva a conocer las burras y se
hace ducho también en los gallos. Úrsula le dice que se los lleve, pues estos
gallos ya habían traído desgracia suficientes, así que él los lleva donde Pilar. Vende después los gallos cuando el coronel le
cuenta la historia de cuando vio el costado quemado del galeón, pues quería
triturar las piedras del rio y abrir un camino al mar para la navegación. Pide
el dinero a su hermano y cuando nadie recuerda ya las grandes empresas de José Arcadio Buendía, él llega un día con una balsa de
troncos junto a varias matronas francesas. Es el único viaje que realizó pero
las matronas se quedaron y formaron una calle de bazar y las cuales realizan el
carnaval sangriento donde Aureliano Segundo conoce a Fernanda del Carpio.
Después
de un tiempo empieza a frecuentar la casa y a encerrarse con Aureliano Buendía para hablar. Úrsula empezó a pensar
que él era el que debió de llamarse al inicio Aureliano segundo. Anduvo errante
mucho tiempo, sin residencia fija. Andaba sin ambiciones. Nunca seria ya un
miembro de la familia desde que Gerineldo lo llevó no solo a ver el
fusilamiento sino para que no olvidara la sonrisa triste y un tanto burlona del
fusilado. Este era el único recuerdo de su niñez. El otro recuerdo, el de
Melquiades, no podía situarlo en alguna época, pues era un recuerdo que había
sido pasado de generaciones pasadas. Aquel fusilamiento regresaba más nítido a
medida que envejecía.
Por
la época en que vuelve Fernanda de dejar a Meme en convento, él estaba avivando
la huelga de trabajadores de la compañía bananera para que no los hicieran
trabajar los domingos. Dicha huelga es acogida de manera positiva. Había dejado
de ser capataz de la compañía y tomó el partido de los trabajadores. Se le
señalo entonces como jefe de una conspiración internacional de orden público.
Escapa una vez de un atentado de cuatro tiros al salir de una reunión secreta.
Úrsula, por el atentado, recuerda la época en que AurelianoBuendía iba donde el homeópata. Durante un fin de semana él y otros
dirigentes sindicales salieron a manifestar por la época en que Aureliano había cumplido un año. El lunes fueron
llevados por los militares a la cárcel y soltados tres meses después. La
inconformidad esta vez era por la insalubridad en las viviendas, el engaño de
los servicios médicos y que pagaban con vales que solo servía para comprar
jabones. Los médicos solo les daban píldoras, las cuales eran tan comunes que
los niños se las llevaban para señalar los números del juego de la lotería. Los
decrépitos abogados vestidos de negro que en otros tiempos asediaron al coronel
ahora eran apoderados de la compañía y desvirtuaban los cargos que se les
imputaba. Cansados del desvió de estos y de las autoridades de macondo, suben
las quejas a tribunales supremos, pero aquí niegan todo ya que la compañía los
llamaba solo ocasionalmente para trabajar. La huelga grande estalló entonces.
Él estaba en el hotel de Jacob cuando se le anuncio la llegada del ejército y
se le dio como un anuncio de muerte que llevaba esperando desde la vez que
Gerineldo lo llevó a ver el fusilamiento. El ejército empezó a empacar el
banano y a transportarlos en el tren, así que los trabajadores fueron al monte con
machete para sabotear, incendiando fincas y destruyendo los rieles. Había una
amenaza de guerra civil así que las autoridades reunieron a los trabajadores de
los pubelos un viernes diciendo que llegaría el jefe civil y militar de la
provincia. José Arcadio Segundo estaba
en la estación con el coronel Gavilán (mexicano). Advierte que el ejército
emplazó nidos de ametralladoras alrededor de la estación. Más de tres mil
personas estaban allí. Al lado de él estaba una señora con dos niños y el
decide cargar uno de ellos en los hombres, el cual, años más tarde, contaría
sin que nadie le creyera que el militar mediante el decreto numero 4 declaraba
a huelguistas como malhechores y daba facultad al ejercito de asesinarlos.
Tenían 5 minutos para irse y nadie se fue. Empezaron a disparan y fueron
acorralados por las metralletas. Junto a una mujer de rodillas con las manos en
cruz José Arcadio Segundo puso al niño y se derrumbó ensangrentado.
Despierta
en un vagón lleno de muertos. Salta y ve al tren pasar con militares encima. Al
llegar a Macondo todos niegan la masacre. En casa, Sofía
lo esconde de Fernanda en la habitación de Melquiades. Aureliano segundo estaba
en casa y le visita pero tampoco le cree, pues había leído un comunicado donde
supuestamente la gente evacuó la estación y se fueron pacíficamente a sus
hogares, y donde los líderes sindicales firman un acuerdo que el señor Brown
acepta, celebrando jolgorios públicos por tres días por la terminación del
conflicto, pero cuando parara de llover.
De
día los militares jugaban con los niños y de noche sacaban sospechosos de casa
y los desaparecían. Negaban el exterminio de líderes sindicales incluso a sus
propias familias. Una noche llegan seis soldados a casa y la requisan. Uno de
ellos quiere llevarse un pescado de oro y Aureliano Segundo se lo da. Después
decide requisar el cuarto de Melquiades y ve lo que Aureliano Buendía veía
allí, un cuarto viejo. No vio a José Arcadio Segundo sentado en el catre. Este
recuerda entonces cuando el coronel le habla de la experiencia de guerra y le
pareció ahora un farsante o idiota pues podía resumir la guerra en una palabra:
Miedo. Encontró calma en el cuarto de Melquiades que no había encontrado en la
vida anterior. Empezó a revisar pergaminos y decide ser encerrado y que Sofía
le pase por el alfeizar la comida. Después de seis meses Aureliano segundo abre
el cuarto y lo ve iluminado por un resplandor seráfico. Alza solo un momento la
mirada a su hermano y le bastó para sentir repetido el destido de su bisabuelo
José Arcadio Buendía. Dice que eran más de tres mil, que eran todos los de la
estación, y que fueron arrojados al mar.
Cuando
Úrsula arregla la casa y quiere hacerlo salir para que lo ayude, él empieza a
gritar porque no quiere salir del lugar que le da paz para seguir viendo el
vagón de trenes que parte todos los días de Macondo al mar. José Arcadio
Segundo y Aureliano, que empezaba a estar con
él, recuerdan la visión atávica de un anciano de espalda a la ventana con
sombrero. Ambos se dan cuenta al mismo tiempo que en el cuarto siempre es un
lunes de marzo. Comprenden que José Arcadio Buendía no estaba tan loco como
decía la familia y que era el único con bastante lucidez para descubrir que el
tiempo tenía percances y accidentes y podía astillarse y dejar un cuarto en una
fracción eternizada. José Arcadio segundo había logrado clasificar las letras
cripticas y Aureliano recuerda que vio algo así en enciclopedia inglesa. Antes
de caer de bruces en los pergaminos con los ojos abiertos le dice a Aureliano
que recuerden que eran más de tres mil y que los echaron al mar. Su hermano
gemelo había muerto al mismo tiempo en la cama. Sofía lo degolló para cumplir
la promesa que le hizo de que no dejarían que lo enterraran vivo. Al
enterrarlos, los borrachos los entierran en tumbas diferentes.
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